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Bart Cop con las alpacas hembras de la finca. Vicent Marí
Es Figueral | 23·09·22 | 06:00 | Actualizado a las 11:46
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La alpaca está habituada a los cambios extremos de temperatura en el altiplano andino, con diferencias de hasta 40 grados centígrados entre el día y la noche. De ahí que, si están esquiladas, se adaptan perfectamente al verano de clima Mediterráneo. Basta comprobar que el tercer país con mayor número de ejemplares es Australia, donde se introdujeron en 1980.
En Ibiza, su aclimatación en tres años ha sido tan exitosa en la granja Es Currals que no solo han nacido tres ejemplares, sino que la práctica totalidad de sus hembras adultas ahora están embarazadas. Entre Navidad y principios de 2023, se prevé el nacimiento de seis crías, tras un año de gestación, con lo que el rebaño ya contará con veinte miembros.
La pareja de belgas que se aventuró con la empresa, San de Vilde y Bart Cop, ve así más que colmado su sueño de comenzar una nueva vida en el campo para huir del estrés de la ciudad. En Amberes, ella era enfermera de la unidad de emergencias psiquiátricas de un hospital, frecuentado por drogadictos y, encima, en el turno de noche. Él era periodista y, entre los distintos medios para los que trabajó, también se dedicó a la prensa musical.
Aunque no añora el oficio, su melomanía queda patente en los nombres que ha dado a sus «hijos e hijas». El semental se llama Lewis (en honor a Jerry Lee), que comparte establo con un castrado, Mojo (por el estribillo de la canción ‘L.A. Woman’ de The Doors). La primera alpaca nacida en Ibiza, en noviembre de 2020, fue Chet (Baker), mientras que tres meses Dusty (Springfield) daba a luz a Toots, llamado así por el músico de jazz belga Thielemans, «el mejor armonicista de la historia».
Otra vertiente de su mitomanía se refleja con (Brigitte) Bardot, la tercera alpaca nacida en la isla el pasado enero, Naomi Campbell, Barbarella y Fonda (por Henry y Jane). Aunque la cabaña irá procreando, se han fijado un límite de 25 ejemplares, una cifra que prevén alcanzar a principios de 2024. «Si tenemos muchos más, ya dejará de ser una familia. Iremos vendiéndolos para mantener la granja, aunque me costará mucho porque los siento como mis hijos. Pero yo necesito saber el nombre de todos y conocer su carácter», apunta Bart Cop. Y tiene una razón muy lógica.
Para no ser presas fáciles de los pumas, cuando enferman no se derrumban ni evidencian signos de debilidad. Solo se percibe su malestar por cambios sutiles en el comportamiento. Igualmente, por su desarrollo evolutivo, las hembras no aumentan de volumen cuando quedan preñadas, así despistan a sus depredadores.
Así, las seis hembras adultas ahora embarazadas solo se distinguen de las jóvenes por ser un poco más altas. Para saber si una alpaca está preñada, tras un primer apareamiento, vuelven a juntarla con el semental una semana después. Si lo rechaza, se repite la operación al cabo de otros siete días. Una segunda negativa confirmaría el embarazo.
Cop detalla con entusiasmo y rigor enciclopédico las peculiaridades de sus alpacas. No en vano, el amigo que le introdujo en esta ganadería es un veterinario especializado en ellas y posee una granja con un centenar de ejemplares en Wervik, en Flandes Occidental.
A él le compraron los cinco camélidos con los que desembarcaron en agosto de 2019 para montar su granja en en es Figueral: Es Currals Alpacas Ibiza. La finca se encuentra a poca distancia de la playa de es Figueral, donde pasaron unas vacaciones en 2015 que supusieron su determinación a cambiar de vida.
En marzo de 2020 trajeron otras seis de Bélgica, entre ellas Moloko, llamada así en honor a la banda homónima y a su cantante Róisín Murphy, que es vecina de la zona. También a (Willie) Nelson. Después se sumaron las tres primeras alpacas ibicencas, un avance al inminente baby boom. Todos los machos del rebaño quedan castrados salvo el semental, que debe mantener el mínimo contacto con las personas para no desarrollar el síndrome de berserker. Se trata de un trastorno de conducta que les vuelve muy agresivos contra los humanos.
Así, cuando no está apareándose, Lewis queda solo en su establo con Mojo, ya que moriría de soledad. Y a Mojo deben vigilarle la «adicción» a las algarrobas que ha desarrollado en la isla e irlas retirando cuando el viento las hace caer de los árboles, ya que estos animales tienden a la diabetes.
En cambio, el resto del rebaño es tan achuchable, tierno y manso como la imagen que proyecta. La ventaja de los castrados es que su lana mantiene siempre las mismas propiedades, mientras que las de un semental queda levemente afectada cuando le sube la testosterona.
La fibra de estos camélidos es su gran valor y es la más cotizada del mundo tras la de la de cachemira y la de vicuña (la pariente salvaje de la alpaca), con un precio hasta 30 veces superior a la de la oveja. Además, el rebaño de Sant Carles tiene un gran potencial porque su semental fue campeón de Europa en 2019 por la calidad de su lana. Eso sí, no puede volver a cruzarse con sus propias hijas, así que deberán recurrir a un macho de Bélgica para aparearlas.
De Vilde ya tenía gran destreza como tejedora en su país. Ahora elabora a mano bufandas, chales y vestidos con la lana que ella misma carda y modifica con tintes naturales si busca algún color diferente al de sus alpacas. Así, con aguacate obtiene el rosa y con la granada el amarillo. Solo vende por pedido, porque el proceso de elaboración de una bufanda puede llegar a las seis semanas.
Las alpacas poseen otro gran valor gracias a sus heces, que digieren durante 65 horas en tres estómagos y no huelen nada. Con ellas se obtiene un conocido fertilizante, ‘oro negro’, que Cop ya comercializa y, en breve empezará a vender briquetas para fuego. «Prenden durante tres o cuatro horas más que la leña», destaca.
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