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Por Sebastián Cabrera Su número circula de teléfono en teléfono, en las redes sociales o en el más tradicional boca a boca, como un secreto de esos que se guardan bien. Y, cuando alguien se decide a llamar, hay que esperar unos segundos hasta que del otro lado se escucha la voz temblorosa del doctor Edelmar Siqueira, un veterinario de 80 años que vive en medio del campo cerca de la localidad de José Pedro Varela en Lavalleja. Se hizo famoso hace más de dos décadas gracias a haber inventado unas gotas que —él dice— tienen propiedades curativas contra el cáncer, entre otras enfermedades.
—Cuénteme el problema... cuénteme el problemita.
No dice hola ni buen día ni qué tal ni quién habla; dice cuénteme el problema, porque los que lo llaman siempre tienen problemas. Desesperados ante una enfermedad que puede ser muy cruel, piensan que sus gotas los ayudarán , creen en su poder curativo, aunque los oncólogos, como veremos más adelante, alertan que no hay estudios que muestren su efectividad ni su seguridad.
La historia alrededor de las gotas GS que creó Siqueira allá a fines de la década de 1980 —tras experimentos con vacas, caballos y perros— es larga y casi que forma parte del folclore nacional. Hay un momento clave, cuando el tema ocupó páginas de diarios y minutos en los informativos de la tele en horario central. Resulta que las gotas fueron prohibidas por el Ministerio de Salud Pública (MSP) en diciembre de 2013 durante el gobierno de José Mujica, porque uno de sus principales componentes, el mío-mío, era tóxico, según se lee en las crónicas de la época. Casi un año más tarde el MSP rehabilitó el producto pero solo para una empresa homeopática específica que había hecho el trámite y que no era propiedad del doctor Siqueira (y que, curiosamente, no tenía la fórmula). Se estipuló que las gotas debían “ser preparadas en forma homeopática”. En 2015 un grupo de consumidores presentó unas 50.000 firmas ante la comisión de Salud del Senado reclamando la distribución de las gotas a base de hierbas, que entonces se habían dejado de producir.
Pero tiempo después Siqueira volvió a fabricarlas, aunque no tuviera la habilitación expresa del MSP, y miles de uruguayos las siguieron comprando. Muchos iban directo a su campo a pedirlas, formaban colas con decenas de autos, incluso ómnibus, que llegaban allí. Hasta hoy hay gente que se acerca, salta la portera y entra a pedirlas, pero el veterano veterinario ha tercerizado su venta.
Abundan los testimonios de pacientes que dicen haberse curado con las gotas de Siqueira, pero también hay historias, muchas, de rotundos fracasos.
En la campaña de 2019 el entonces candidato presidencial de Cabildo Abierto, Guido Manini Ríos, se embanderó con el tema (ver más abajo) y subió un video a sus redes sociales junto a Siqueira, donde decía que las gotas le habían “devuelto la esperanza a tantos uruguayos”. En aquel entonces prometió ocuparse del tema si llegaba a integrar el Poder Ejecutivo. Hoy Manini dice a El País que, con este gobierno, el veterinario fue autorizado a vender sus gotas en “un par de lugares”, pero que “el problema” es que el MSP “no puede dar luz verde” total porque Siqueira no accede a informar la fórmula del producto.
“ la gente precisa el remedio “ dice el doctor Sequeira a Manini de Cabildo Abierto pic.twitter.com/g2mTv90wxj
Lo que dice Manini es cierto: hace un año el MSP habilitó la venta de estas gotas en una farmacia homeopática de Artigas llamada Quantum, desde donde mandan por encomienda los frascos a todo el país a 4.000 pesos la unidad, según pudo confirmar El País. Unas mil personas están registradas para comprar cada mes a esa farmacia, esperanzados de poder vencer al cáncer, y aún más le compran a un vendedor de la localidad de Varela, en el límite entre Lavalleja y Treinta y Tres, cerca de donde Siqueira tiene su campo.
Cuando lo llaman, el veterinario pregunta datos “del paciente”, como el peso y la enfermedad, y entonces recomienda la dosis que entiende adecuada.
—Anote: una gota cada 10 kilos, cuatro veces por día, en una cuchara con un poquito de agua —dice, sin mucha vuelta y después pasa los teléfonos de las dos vías de venta—. Se las mandan o usted va a buscar las gotas, como quiera. También puede tomar agua de carqueja, medio vaso de mañana y medio vaso de tarde.
—¿Y dónde consigo la carqueja?
—Y... en la yuyería o la arranca en el campo nomás.
En esas consultas telefónicas Siqueira suele pedir que le pasen los resultados de los estudios y que lo vuelvan a llamar para contarle cómo sigue el paciente. Es directo, habla con cierto desdén típico del que recibe muchas llamadas similares por día. Y él recibe unas cuantas.
En medio de una recorrida en campaña electoral por Treinta y Tres, el entonces candidato presidencial Guido Manini Ríos grabó en octubre de 2019 un video junto al veterinario Edelmar Siqueira. Y lo presentó así: “El doctor ha desarrollado una fórmula que ha llevado a un remedio realmente importantísimo, que le ha devuelto la esperanza a tantos uruguayos”. Después le agradeció su apoyo en la campaña y le dijo que Cabildo Abierto en 2020 se preocuparía de que las gotas se pudieran desarrollar y así “llevar soluciones a tanta gente”. Siqueira respondió: “Cómo no, yo vine a apoyar porque el gobierno anterior no me apoyó en nada y la gente está precisando el remedio. Me veo en la circunstancia de tener que venderlo a otro país. Vamos a esperar las elecciones, a ver si tenemos suerte y podemos desarrollar las gotas acá en Uruguay”. El video termina con ambos dándose la mano, muy sonrientes, y Manini cierra: “Doctor Siqueira, cuente con nosotros”.
Desde su campo cerca de Varela, Siqueira atiende a El País y defiende sus gotas, de las cuales mantiene la fórmula bajo estricto secreto. No quiere hablar mucho porque le trae “más gente a la casa” de la que ya tiene.
—Me hacés matar, yo soy solo y mis gotas curan 55 enfermedades. Fijate que estoy atendiendo a 80 por día y vienen desde el extranjero.
—Sí, por teléfono los atiendo y les doy el tratamiento por ahí, la gente está desesperada. Y me dicen: “Llamo porque usted salvó al vecino”. Antes venían acá a la casa, eran 150 por día. Cada auto traía dos o tres enfermos. A veces no me daba el día. Pero el gobierno (anterior) me mandó a atacar. Y este, que es mejor que el que estaba antes, no me ha dicho nada, voy a tener que vender las gotas para el extranjero. La propaganda en todo caso me sirve para que venga un gobierno de otro país, compre las gotas y se las lleve. Ya han venido como 24 o 25 interesados pero traen plata en negro.
—¿Y el gobierno actual lo ayudó?
—El gobierno actual me permitió vender las gotas en Artigas. Por lo menos me dejan allá.
—Sí, formalmente, formalmente, a través del MSP. Si tengo la homeopatía allá es porque se sabe que está autorizada por el gobierno. Eso fue hace unos meses, hace poquito.
Siqueira dice que el ministro de Salud Pública, Daniel Salinas, y el presidente Luis Lacalle Pou están enterados de su situación. En el primer caso, cuenta, hubo una reunión hace más de un año.
—Fuimos y le llevé como 20 hombres enfermos, todos curados —asegura—. Pero quieren que les regale el producto.
Salinas, a pesar de lo que dice Siqueira y el propio Manini, no sabe o no recuerda el episodio: “No tengo conocimiento”, dice a El País el ministro, quien renuncia al cargo este lunes.
No es habitual que Edelmar Siqueira dé entrevistas, incluso no lo hizo en el momento de mayor polémica, cuando fue prohibida la venta de las gotas. Una de las pocas notas que dio fue en 2015 al programa Minuto de campo de la radio Batlle y Ordóñez de Lavalleja. “La fórmula (de las gotas) está en mi cabeza y se va a morir conmigo”, declaró. Allí contó que empezó a experimentar con las gotas en 1988 con perros y gatos y luego tomó contacto con la Facultad de Veterinaria. “En el 95 hicimos la gotita por boca, que fue la permitida, se hizo la patente y el permiso en el Ministerio de Industria. Me ensuciaron, dijeron que me estaba haciendo rico con esto, pero rico no soy, lo hice gratis 26 años. Dijeron que era hepatotóxico pero yo no había intoxicado a nadie”, se quejó. El producto siguió siendo fabricado “por la presión de la gente”, indicó aquella vez.
¿Pero cómo se producen hoy las gotas? De eso habla Rogelio Acosta, conocido por todos en la zona como Chito, el “mano derecha del viejo Siqueira”. Vive en Varela a unos 20 kilómetros de la casa del veterinario y dice a El País que todos los días aparecen nuevos interesados en las gotas, incluso europeos. De hecho, esta semana él está terminando de coordinar la visita de “unos que vienen de Inglaterra a buscar las gotitas”. Y agrega: “Ingleses son. No les entendí mucho, pero el jueves vienen aquí a mi casa”.
Chito relata que “el producto” lo elabora “el viejo” en su campo y él ni le pregunta qué tiene, cuáles son los componentes secretos. La fórmula la conocen el veterinario y sus hijos, nadie más. Luego de producido, Chito es el encargado de trasladar el líquido a la farmacia Quantum en Artigas, donde se envasa en frascos con gotero. “Lo llevamos en un tarro sellado hasta Artigas y allá, en presencia de nosotros, lo llenan con una máquina en un rato corto. La confianza del viejo somos nosotros”, explica el asistente.
Ese viaje lo hacen una vez por semana o semana y media y en cada oportunidad llenan unos 300 frascos nuevos con etiquetas que llevan la firma de la química farmacéutica que se hace responsable de lo que se vende.
Según pudo comprobar El País, si alguien consulta en la homeopatía artiguense le aseguran que “mucha gente se ha curado” pero piden que se llame a Siqueira para que indique el tratamiento a seguir. “Preparate con un papel y una lapicera”, aconsejan.
Chito, el mano derecha del veterinario, dice que hoy las gotas no tienen mío-mío, el componente potencialmente tóxico que llevó a prohibirlas en 2013. Una nota de 2015 de El Observador mencionaba que la fórmula se basaba entonces en romero, carqueja y llantén.
“Las gotas están registradas en Artigas como homeopatía, las legalizamos y las vendemos desde acá”, dicen en Quantum cuando el cliente consulta. “Si alguien de Montevideo te asegura que vende las gotas del doctor Siqueira, es todo mentira”.
Desde el departamento norteño las mandan a 4.000 pesos el frasco de 50 mililitros a cualquier parte del país, pero a eso hay que sumar uno 170 a 180 pesos por la encomienda. Ese frasco dura cerca de un mes.
El trámite de habilitación de la farmacia homeopática ante el MSP, siguiendo la normativa vigente, se concretó a fines de 2021 y llevó cerca de dos años, pero no solo para habilitar las gotas de Siqueira sino todos los productos homeopáticos que venden. Eso incluyó unos 40 procedimientos operacionales que exigió el MSP y fueron enviados desde Artigas a la cartera, según supo El País, así como la lista de todas las materias primas utilizadas. Allí se detallan los procesos que se realizan en el laboratorio de la farmacia, incluyendo las gotas GS.
El establecimiento recibe inspecciones en forma periódica desde que abrió, aseguran en la farmacia.
La historia no termina acá porque el doctor tiene competencia. ¿Quién es? El veterinario Manuel Llano, de 78 años, otro personaje famoso en José Pedro Varela. Es dueño de una farmacia homeopática en el pueblo y exsocio de Siqueira. Empezaron trabajando juntos en estas gotas en la década de 1980 y en un momento se pelearon y separaron. Nunca más hablaron. En Lavalleja el comentario es que “las gotas de Siqueira son más efectivas” aunque se trata de un mero comentario de pueblo. Es cierto, eso sí, que son las más famosas, nadie lo duda.
Llano vende sus gotas en dos farmacias montevideanas, algunas más en el interior, y en su local en Varela a 1.400 pesos el frasco que dura cerca de un mes. Ofrece tres tipos de gotas que recomienda para pacientes con cáncer: AC2V, 3CV y PR1V. Según la web de la homeopatía, el primero es un producto antitumoral, “especialmente formulado para combatir carcinomas, adenocarcionamas, melanomas, seminomas, linfomas, leucemias y formación de metástasis”.
Venden unos 1.000 frascos por mes, para usar en seres humanos y también en animales.
Desde Treinta y Tres, donde reside, Llano dice que Siqueira “se largó antes sin hacer estudios con las facultades de Medicina y de Química”, en el camino “intoxicó gente” y “tuvo problemas con el ministerio”. Lo suyo, asegura, es distinto, aunque en el fondo suena parecido.
—Yo creé el medicamento aprobado por el ministerio y que se vende en farmacias. Tengo patente de invención en Uruguay y Argentina, registro de marca en España, diploma de honor en Corea frente a 1.250 inventores —dice, como quien repite un discurso que se sabe de memoria. Y niega que las gotas “sean invento de Siqueira”.
—¿Pero sus gotas curan el cáncer? Cuesta creer.
—Yo no soy payador, soy veterinario. Le digo que el cáncer no lo cura nadie, es mentira. Es una entidad genética. Pero hay estudios que dicen que nuestras gotas son positivas en algunos tumores, no para todos. El remedio que logré sacar es con toxinas de hongos, no tiene nada que ver con el mío-mío. Y lo otro importante es que el paciente no deje al médico, yo pido que no lo abandone.
Igual que su adversario, Llano tampoco revela su fórmula. “Es secreta, ni a Tabaré (Vázquez) se la dijo”, se sonríe cómplice la empleada de una de las farmacias que las vende. Y pide que no se mencione el nombre de la farmacia, ubicada en el Centro de Montevideo: es raro pero ellos no quieren publicidad.
Sean las gotas de Siqueira o las de Llano, los médicos miran con mucho recelo el fenómeno, aunque no se pueden oponer si un paciente quiere tomarlas.
El oncólogo Luis Ubillos, subdirector del Instituto Nacional del Cáncer (INCA), dice a El País que no existen estudios clínicos que muestren la efectividad de las gotas ni tampoco la seguridad “tanto solas como combinadas con el tratamiento estándar”. Y advierte: “Que por ser natural no tenga efectos secundarios, no es real. Hay muchas cosas naturales que son tóxicas”.
Este tratamiento alternativo “nunca pasó el método científico validado, lo que hay son relatos de situaciones particulares que pueden responder al azar”, dice Ubillos, y explica que conoce muchos casos de enfermedades oncológicas con pronóstico malo pero donde el paciente al final tiene una evolución buena.
A Ubillos le pasa seguido, casi cada semana en el consultorio: hay pacientes que le dicen que piensan probar con estas gotas o le preguntan qué le parece. Piden consejo. ¿Qué responde? “En primer lugar les digo que me cuenten si lo hacen, que no se hagan una trampa porque además en ese caso yo lo registro en la historia. Porque, si después pasa algo, sabemos que la persona tomó esas gotas, hay una intervención más que desconozco el peso que pudo haber tenido”, relata. “En segundo lugar les digo que no hay evidencia científica y les aconsejo no tomar las gotas, porque no es recomendable incluir una condición que intervenga ante tratamientos con claras demostraciones de beneficios. Hoy en oncología tenemos tratamientos que logran largas sobrevidas”. Y el médico termina: “Pero yo ni impongo ni prohíbo, recomiendo”.
Ubillos dice que, en la mayoría de los casos, sus pacientes al final suelen decirle que esperarán para probar con el tratamiento alternativo de las gotas.
La oncóloga Lucía Delgado, vicepresidenta de la Comisión Honoraria de Lucha contra el Cáncer, tiene una visión muy parecida a la de su colega pero además cuenta que le preocupa el tema “sobre todo por las posibles interacciones negativas con los tratamientos que han demostrado efectividad”, por eso plantea que es clave que los pacientes cuenten “con mejor información”.
Eso sí, Delgado aclara que unas gotas registradas como homeopatía en rigor “no requieren demostración de su efectividad en estudios clínicos bien diseñados y publicados en revistas científicas arbitradas”.
Desde la medicina rural la mirada sobre el tema tiene, claro está, sus matices respecto a la oncología.
Alicia Panizza se jubiló hace ya unos 10 años pero trabajó tres décadas como doctora rural en Mariscala, Lavalleja. Hoy recuerda que la mayoría de sus pacientes que consumían las gotas al principio no le contaban por cierta vergüenza de seguir un tratamiento alternativo al que le recomendaban los médicos. Pero admite: “Si era algo que no les iba a hacer daño y no abandonaban el tratamiento médico, yo nunca me opuse a estas gotas o yuyos”. ¿Y qué resultados tuvieron sus pacientes? “Muy variable, pero nunca escuché a nadie que le hiciera mal. Si psíquicamente les hace bien, ya ayuda muchísimo. Además el hombre (Siqueira) es un veterinario, supongo no hará un veneno para darle a la gente, sus estudios los tuvo”.
La doctora Mónica Segade, quien hoy trabaja en Zapicán y Varela, recuerda al menos tres pacientes que acudieron a las gotas de Siqueira y también dice que ella de ninguna manera puede oponerse en casos así, aunque tampoco tiene evidencia de que las gotas hayan servido para mejorar el estado de salud. “Como doctora del área rural no puedo ir en contra de las creencias de mis pacientes”, explica. “Para que hagan los tratamientos tradicionales, no puedo oponerme a este tipo de terapias, si ellos creen que las necesitan como parte de su proceso”.
Los tres pacientes que Segade recuerda que tomaron las gotas, fallecieron.
Volvemos al campo del veterinario Siqueira, no muy lejos de Varela.
—Yo enemigos tengo una cantidad —advierte el hombre y hace un silencio—. Mirá que si esto lo publicás, te van a cerrar el diario.
—No creo. Ahora, le consulto para entender bien el asunto, ¿usted le vendió la fórmula a sus colegas de la farmacia de Artigas, que ahora comercializan los frascos a 4.000 pesos?
—Estás preguntando demasiado vos.
Matías Arias, un repartidor de pizza minuano, dice que se “salvó” gracias a las gotas del doctor Edelmar Siqueira, está convencido de ello. Desde Minas, donde vive, cuenta su historia. Esa que ha repetido mil veces. Tanto que es uno de los más firmes promotores de las gotas en el departamento y ha acercado gente interesada. “A mí no me daban vida ninguna, de un día para el otro me dijeron que tenía cáncer. Los pulmones estaban llenos de nódulos, más de 100, y también en otros órganos como los testículos, según me dijeron en el sanatorio de Minas”, relata sobre un episodio que vivió a fines de octubre de 2019. Unos días después, el 7 de noviembre, fue “a lo de Siqueira” con unos amigos. “Yo seguí con las gotas, seguí con las gotas y en febrero ya había mejorado mucho”, asegura. “Gracias a Dios estoy acá para contarla, estoy curado”, dice Matías, quien se terminó peleando con los médicos. Pero en medio de todo el proceso también fue operado y recibió quimioterapia y radioterapia.
Mario, un comerciante de 80 años de Lavalleja, también relata una historia de éxito con las gotas de Siqueira. En agosto de 2019 le ordenaron una colonoscopía. Antes de concretar el estudio, llamó a su yerno y le dijo: “Vamos a ver a Siqueira al campo, por las dudas”. Dice Mario (cuyo nombre no es real, fue cambiado a pedido suyo) que lo hicieron para ganar tiempo y tener “un segundo recurso”. Llegaron al lugar, cercano a la ruta 8, la portera estaba cerrada pero pasaron por arriba del alambrado y caminaron a la casa. “Nos atendió bárbaro, me mandó ocho gotas de mañana y ocho de tarde, y de noche un enema”, cuenta. Mario cumplió a rajatabla pero tiempo después le hicieron el estudio que dio positivo: tenía un tumor en el intestino. El 9 de octubre de 2019 lo operaron. A la semana volvió y la oncóloga le dijo que “festeje” porque lo que sacaron “estaba todo seco”, según relata. No le mandaron quimio. Aunque los médicos le quitaron el tumor, a Mario nadie le saca la idea de que las gotas que tomó de antemano lo “sanaron”. De hecho, siguió tomándolas hasta un año después de operado.
La experiencia de Diego Baubeta, otro minuano, no tuvo un final feliz. Su padre Sergio tomó las gotas durante dos años porque tenía cáncer de colon, con metástasis en el hígado, pero falleció el año pasado. “Un amigo había tenido un cáncer muy complicado, él se aferró a las gotas, se curó y hoy está sano”, relata. “Papá empezó a tomar las gotas enseguida después de la operación, pero él se fue entregando”, dice. ¿Y los médicos que le comentaban? “Que ellos no las mandaban pero que en mi caso hubiesen hecho lo mismo”.
Luego de publicado este informe, el ministro Daniel Salinas se comunicó con El País para indicar que las gotas no están autorizadas como medicamento pero que los medicamentos homeopáticos se pueden vender en farmacias de primera si están registrados en el departamento. También que los medicamentos que hacen en la homeopatía “contra la receta del médico” no se registran, “tiene que ser una dilución homeopática”. Dijo que recuerda la reunión con Siqueira y ratifica que “no quería dar la fórmula”.
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