Cada año, los mares y océanos del planeta reciben hasta 12 millones de toneladas de basura. El 80% es plástico y casi la mitad, objetos de un solo uso. Plásticos que tardan cerca de 500 años en desaparecer, que se van degradando, fragmentándose, convirtiéndose en microplásticos que se mezclan con la arena, con el agua, y que se comen los peces. En el mundo se compran un millón de botellas de plástico por minuto. Son envases de usar y tirar que podrían reciclarse casi al 100% si entran en el canal adecuado. La vida de una botella de agua de plástico no comienza en la máquina expendedora de bebidas ni termina cuando la introducimos en el contenedor amarillo para envases o, en el peor de los casos, la abandonamos a su suerte. Para que podamos calmar la sed a cambio de unas monedas, alguien ha fabricado la materia prima de la que está hecha: la granza de PET.
“El PET es un termoplástico derivado del petróleo. Llega a la fábrica en forma de pequeñas formas redondas, parecidas a una lenteja, que hay que procesar para que lleguen a ser una botella de agua”, explica a RNE Antonio Molina, director técnico de Plastipak. La ventaja de ese paso previo es logística: "Ocupan poco y se transportan y almacenan fácilmente".
“ El PET es un termoplástico derivado del petróleo“
Fabricar una botella con el 50% de PET reciclado evita contaminación, ahorra materias primas y energía, emite una cuarta parte de CO2 y su huella de carbono es la mitad que si llevara el 100% de PET original. “La Estrategia europea de Economía Circular obligará en 2025 a que todas las botellas lleven un 25% de PET reciclado”, recuerda el director técnico de Plastipac.
Si una botella de agua, después de usada, es depositada en el contenedor amarillo, comienza un periplo que arranca en una planta de selección de residuos, con una primera selección manual. Es una especie de examen en el que se aparta todo aquello que no debería estar: ropa, pañales, materia orgánica y restos de poda. Lo apunta Raquel Rodríguez, al frente de la planta de selección de Urbaser en Colmenar Viejo. De cada 100 kilos de residuos, señala Begoña Vivancos, responsable de la instalación de Vaersa en Benidorm, el 25% son impropios y del 75 restante, alrededor de un 25 es PET.
Ese es el material que nos interesa y para segregarlo de otros tipos de plástico, bricks o latas, todos los desechos pasan varias veces por rampas, cilindros perforados o ‘tromells’, lectores ópticos que discriminan materiales.
En la planta de selección de residuos, una vez culminado el proceso, el plástico PET termina prensado y dispuesto en balas, como fardos de paja, de unos 200 kilos de peso. Ese material se envía a los recicladores que vuelven a seleccionar, lavar, limpiar de etiquetas y restos orgánicos. Es un proceso, detalla Miguel Ángel Mendoza, encargado de PET Alzira, donde sigue habiendo mucho material diferente.
“De 60.000 toneladas de plástico que llegan cada año a esta instalación, el 32% termina en vertedero", asegura. Lo aprovechable, el PET transparente y azul, se tritura para fabricar una especie de escamas de las que luego, en otra planta, se obtendrá la granza de PET reciclado con el que volver a hacer botellas u otro tipo de productos.
Mientras, una botella abandonada en el parque, en el campo, en la calle o en el cubo gris, el de resto, contaminará durante los casi cinco siglos que tarde en degradarse. Impedirlo cuesta a los ayuntamientos, según el último estudio de Greenpeace, 1.700 millones de euros al año.
Como explica Julio Barea, de Greenpeace, "en casa no reciclamos, separamos para reciclar y cuanto mejor sea esa separación, más fácil será el proceso. Por eso pedimos nuevos sistemas que funcionen mejor. Por ejemplo, los sistemas de devolución y retorno de envases".
“ “En casa no reciclamos, separamos. Cuanto mejor sea esa separación, más fácil será el proceso”“
Greenpeace España, tras estudiar los datos oficiales de las diferentes administraciones, concluye que solo el 25% de los envases se recoge para ser reciclado. La cifra contrasta con la que da Ecoembes, la organización encargada de gestionar todo el proceso de recogida y recuperación de envases, que eleva al 77% la tasa de reciclado. Nieves Rey, de Ecoembes, asegura que sus cuentas son trasparentes. "Las cifras son las oficiales", defiende.
Alberto Vizcaíno, autor del libro ‘Contenedor amarillo S.A’, afirma que el problema está en las palabras: "Ecoembes habla de envases gestionados que no son, ni mucho menos, todos los producidos". Greenpeace pide la puesta en marcha de sistemas que incentiven al consumidor. Ecoembes defiende el suyo. Se llama ‘Reciclos’. Se está implantando en algunas comunidades y contempla recompensas para los cumplidores. El objetivo, asegura, es que esos materiales tengan muchas vidas.