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Espuma rebosante en un vaso con cerveza fresca. Freepik
Cuarenta grados en la calle y al llegar a casa nada te apetece más que una cerveza bien fría. Abres la nevera y en ese mismo momento te das cuenta de que no queda ninguna.
Recurres a las que tienes a temperatura ambiente, pero entiendes que es imposible tomártela así. Meterla al frigorífico o al congelador lleva su tiempo y no puedes esperar. Según los expertos, el rango de temperaturas óptimo para consumir una cerveza podría situarse entre los 3ºC y los 13ºC, con algunas excepciones.
Si te apetece ya, puedes poner en práctica un pequeño truco con el que lograrás que tu cerveza se enfríe rápidamente en sólo tres minutos. Y no, no necesitas ni meterla al frigorífico ni al congelador. Te basta con tener a mano cuatro cosas que están presentes en todos los hogares: un cubo, agua, cubitos de hielo y un puñado de sal.
La forma de proceder es sencilla. En primer lugar, mete la cerveza o cervezas dentro del cubo y añade los cubitos de hielo. Echa agua hasta que cubra por completo los botellines o las latas. Es entonces cuando debes añadir un puñado de sal. Déjalo reposar y pasados tres minutos podrás disfrutar de tu cerveza bien fría.
¿Y por qué la sal enfría tan rápido? Se debe a una reacción endotérmica ya que la sal necesita calor para disolverse en el agua. Al echarla en el agua con hielo la sal absorberá el calor de la botella o de la lata. El hielo aportará más frío lo que hará que tu cerveza se enfríe mucho antes que solo con hielo sin sal.
Ten en cuenta que también dependerá de la cantidad de botellas que pongas en el cubo: a más botellas más lento será el proceso de enfriamiento.
Varios botellines de cerveza sobre una capa de hielos. Freepik
También puedes valerte de otro sencillo truco, pero para este ya necesitas disponer de un congelador. Moja papel de cocina o servilletas de papel en agua con sal y enrolla con él tu cerveza. Métela al congelador diez minutos y verás cómo se enfría en tiempo récord.
Otra opción es meter directamente la cerveza al congelador, pero en este caso deberás esperar casi una hora hasta que se enfríe y estar pendiente de ellas. Si las dejas demasiado tiempo, las latas o los botellines podrían congelarse y estallar. Además de quedarte sin cerveza te encontrarías un trabajo extra con el que no contabas: limpiar el congelador a fondo.
Meter las jarras de cerveza al congelador y sacarlas heladas no es buena idea. Resulta poco práctico ya que solo te servirá para la primera cerveza (en caso de que tomes más de una), ocupan demasiado espacio, el vidrio puede rajarse y pueden terminar cogiendo olores de otros alimentos que guardes en él, con lo cual la cerveza ya no te sabrá igual.
Así que ya sabes, tomarse una cerveza fría siempre es un placer pero, como todo, consumirla en exceso tampoco es bueno. Según el el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), la cantidad máxima de cerveza que se puede consumir en un día sin que represente ningún riesgo para la salud es de 1 a 2 para los hombres y 1 para las mujeres. Esto se traduce en entre 700 ml y 28 gramos de alcohol al día para los hombres y 400 ml y 16 gramos para las mujeres.
Ahora que conoces estos pequeños trucos que nada, ni si quiera tus despistes, te priven del placer de tomarte una cerveza bien fría. Eso sí, siempre con moderación.
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